Por Yesenia Martínez Montoya

Corresponsal de Portal 37 en Chiapas

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas., 26 de febrero de 2009

A propósito de los hombres y mujeres que han hecho historia, tenemos el triste caso de los funcionarios del IFE que pretendían homologar sus salarios a los que perciben  los ministros de la Suprema Corte de Justicia, sería bueno poner en la balanza cual es la verdadera función de ese Instituto y el porque los ciudadanos debemos premiarlos con sueldos tan altos, en donde ha quedado la vocación, quizás se perdió en la voraz ambición de poder y como resultado tenemos personajes que hacen historia pero historia de la mala, historia que empaña la democracia y libertad que nos heredaron HOMBRES como el que a continuación describo:

ANGEL ALBINO CORZO

Benemérito de Chiapas

Nació en Chiapa de Corzo (1816). Instauró el primer Congreso Constituyente; promulgó las Leyes de Reforma; juró la Constitución de 1857; reorganizó las finanzas y el reglamento del Registro Civil, expropió los bienes de la Iglesia. Presidente Municipal de su pueblo natal y tesorero general del Estado. Se desempeñó como gobernador Interino en 1855 y como Gobernador Constitucional de 1856 a 1860. Reconocimientos: El Congreso Local lo declaró “Benemérito del Estado de Chiapas” (1861). Muere en la Ciudad de México (1897).

Acciones más importantes durante el mandato de Ángel Albino Corzo:

Aspectos relevantes de su trayectoria política:

Carta póstuma

Ciudad de Chiapa, agosto 12 de 1875


Y yo me creí el engaño del destino. Fui ilusorio pensando que podría establecer el orden. Fui ingenuo al creerme capaz de reencauzar las desviaciones.  Fui necio en la inquebrantable posición de mis anhelos. Fui ciego, obtuso en mis concepciones respecto a la libertad, a la soberanía de la nación, el valor de la justicia y la vida democrática de un pueblo.

Y en todo ello, ahora lo sé, tenía que pasar el trance de la muerte para comprender mi atrevimiento. ¿Cómo podría yo romper el orden del universo? Este orden, en el que no todo, en el que no todos, son orden, en que no todo es justicia, en que no todo es honestidad.

Fui ignorante porque no supe comprender al mundo tal cual es. No supe visualizar la sociedad con todos sus valores, sus desigualdades, su mezquindad. Fui temerario contra las leyes del universo pensando que podría destruir la infamia y la mentira, y la ironía del destino me convirtió en objeto de ella.

Fui obtuso, cerrado, necio por querer cambiar las cosas de nuestro mundo. Sensible a los problemas de la nación, imbuido de mis más altos principios morales, desprovisto de todo tipo de artificios, comprometido, serio, empeñoso e incansable, no podía quedarme al margen.

Nada me detenía, ni mis asuntos personales, ni los peligros de los movimientos armados, ni las amenazas, ni los intereses de terceros, ¡Que importaban las fatigas!, Si al fin tenía el placer de servir a mi país. ¡Traidores! * pretendiendo establecer la alianza en los bienes que prometía la intervención.
Y yo que vivía en el campo, lejos de la política. Con la fe que allana las montañas, emprendí la gran lucha de la reforma y emprendí mil batallas por cambiar el mundo.  ¡Ilusorio! ¡Mil veces Ilusorio!

Mis años de Lucha, de esfuerzo, de trabajo, fueron exitosos, pero no supe comprender que todo eso tendría que revertírseme; porque la sociedad no puede cambiar, tan sólo porque un pobre ingenuo como yo tuviera ilusión de tal cosa pudiera ser posible. Yo un demócrata que no esperaba recompensas, tampoco esperaba  el castigo en lugar de ellas. 

Todo lo sacrifiqué: mis mejores años, mi fortuna, mi familia. ¡Que fatalidad! Mi desgraciado hijo Donato con dos balazas en el pecho y un bayonetazo en el estómago, y encima sepultado en el monte.

“Yo no he podido explicarme cómo es que Chiapas ha dado asilo a monstruos que no consentirían los bárbaros en sus montañas”.

Quisieron exacerbar mi dolor, quisieron exacerbar el dolor de mi familia. Y sí, lo consiguieron. Grande fue nuestro dolor. “Habían asesinado a mi hijo” y su crimen los obligaba a arruinarme a como diera lugar.

Yo, el luchador incansable, el defensor de la Patria, “recibí orden de evacuar el Estado en el plazo de ocho días”, como si fuera un criminal; y secuestraron mis bienes y lanzaron a la calle a mi familia; y mi hija, mi pobre hija Amada cayó en la demencia. Y Yo no sé decirles si este acontecimiento, o el asesinato de mi hijo Donato ha lacerado más mi corazón”, y no tengo palabras para pedir mil veces perdón a mi afligida esposa Zaragoza, a mi desdichado hijo Donato, a mi debilitada hija Amada. Esta es la situación a la que me orillo mi Patriotismo”.

Han pasado tantos años, pasaron tantas cosas, que ahora podría decirles que pareciera uno ser juguete del destino.

¡Que tiempos aquéllos! De discordia, de ambiciones, de guerra, de violencia, de ataque y traiciones.

 Y yo, envuelto en esa vida, con todos mis ideales, mis ilusiones, mis afanes, mi sentido de responsabilidad, mi amor a la Patria, a mi México querido, a mi Chiapas entrañable.

 Fui incansable en la lucha, urgido por el poder, valeroso, resuelto, decidido, firme en mis convicciones, tremendamente ambicioso, pero no por el bien personal. El orden y la limpieza y la limpieza de mis acciones y de los recursos, fue el pilar de más ferviente formación. A ella le debo el cumplimiento de mi deber, mi dedicación al trabajo, la seriedad en el desempeño de mis funciones, mis valores de honradez, de justicia e igualdad. Y también le debo mi tremendo afán por establecer en la sociedad el orden que traía yo en la cabeza. En nuestra sociedad de antes y de ahora, hay deshonestidad, intereses personales, corrupción, envidias y mentira.
Qué impetuoso e inconsciente fui, porque no supe respetar al otro ser humano. No supe respetar que en este mundo hay traidores, hay mentira, hay engaño. Y el Jefe Supremo, ¿dónde está la autoridad que haya emprendido mi defensa, la restauración de mi honor? Esperaba y esperé en vano. Yo terminé siendo juzgado como un monstruo.

Mis últimos años de existencia fueron de dolor, de pena, de sufrimiento, de abandono, de soledad, de pobreza. Y tal es su magnitud que me vi obligado a escribir mis memorias, pretendiendo repeler los ataques dirigidos contra mi reputación. Traté de defenderme, luché porque se restaurara mi nombre, y todo fue en vano. El dolor, el fracaso, la frustración, oprimieron mi corazón, Me hirieron en lo más profundo de mi ser, se ensañaron en lo que más podía dolerme.

Y yo ahora sé, reconozco, que no me medí, no supe retirarme a tiempo; echada estaba mi suerte, marcado por el destino. Y yo te insto, destino, a que me digas, ¿acaso tú eres el culpable? Me enredaste, me alentaste, me ofreciste, me enamoraste, me cumpliste, pero, ¿qué era lo tenías destinado para mí? ¿Acaso me diste opción para retirarme a la quietud de mi vida pasada?

Me llenaste de ideales y de ingenuidad.  Sabias que la sociedad no podía cambiar, que todo tenía que seguir su curso, que los intereses personales, la traición, la injusticia, seguirían presentes a lo largo de la historia.

Mis ideales de honestidad, de cumplimiento del deber, de patriotismo, ahora sé, por más elevados que fueran, no podían extenderse a los demás, tan solo conducirse “uno mismo”. Por eso, ahora sé, que fui impositivo, fui impetuoso, desmedido, porque no supe respetar y aceptar al otro ser humano. Para hacerlo, el único camino hubiera sido renunciar a mis ideales, pero me los metiste en mis entrañas para que me ofuscaran  a tal grado, que se convirtieron en mi vida entera.

Tú eres la ley del universo, tú eres la ley de la vida, tú eres el destino que no perdona. Tan grande fue mi lucha, como tan grande la factura que me cobraste. Si hubiera tenido la capacidad para comprender que así es la sociedad, y retirarme mejor a mi vida de campo, yo no hubiera tenido que pagar tan costosa factura.

Por eso, ¿a quién culpar? Todos los que me atacaron, los que me ofendieron, los que me hirieron, me golpearon, me traicionaron, todos los que difamaron mi nombre: Pantaleón Domínguez, José Velasco, Julián Grajales, Salvador Urbina y el canalla de Macías.

Yo ahora comprendo sus razones y sé que si fueron capaces de tal comportamiento, de tales acciones, de tan ruines y cobardes componendas, ahora sé que como hombres, como seres humanos, negro es su corazón, suciedad guardan en su mente, podridas tienen la entrañas… y en aquel entonces, yo no comprendí y exigía lealtad, justicia y honestidad, y en hombre como tales no cabía, por eso yo fui necio en aspirarlo.

Y estamos a mano: yo les exigí y tu me cobraste, y todo lo que ellos injustamente se hayan excedido, ahora sé que tú, destino, luego se los cobraras.  Y sé que lo que yo sufrí, lo sufrirán ellos también.

Y ahora quiero hacer extensiva esta otra memoria, escrita después de mi muerte. Ahora quiero decirles que si acaso me recuerdan en el paso de la historia y quieren rendirle un homenaje a Ángel albino Corzo, yo los exhorto a que cada uno se esfuerce en ser en verdad justo, desinteresado genuino, responsable, consciente.

Pero también los exhorto a que cada quien sea capaz de observar el destino que construye con sus ideales, sus ilusiones, sus afanes, sus valores. Y que cada quien decida hasta donde camina, porque yo no me detuve y las consecuencias de mi lucha, de mi esfuerzo, de mis pasos, me lastimaron, me golpearon.

Y uno tiene que ser muy consciente para decir hasta donde camina para no resentirse después, porque yo, dadas las circunstancias de la ultima etapa de mi vida, me resentí, me indigné, me ofendí.

Las consecuencias de mi “buen proceder” me causaron escozor, descontento y dolor. Construyan una sociedad justa, honesta, patriota en verdad, demócrata. Este será el mejor homenaje para Ángel Albino Corzo.

* Carta literaria leída por su autora el día primero de marzo del 2000, en la mesa redonda sobre la vida y obra de Ángel Albino Corzo. Chiapa de Corzo, Chiapas.

 

Bibliografía

Páginas Históricas de Chiapas. Boletín del Departamento del Archivo General del Estado, no 21, marzo de 1999,

Páginas Históricas de Chiapas. Boletín del Archivo General del Estado, no. 33, marzo del 2000

Texto: Martha González*